Por Guillermo Quartucci
Ahora que la elección del nuevo Papa ha reactualizado en Argentina y en algunos países europeos el debate sobre la relación de la iglesia argentina con la dictadura militar encabezada por Jorge Rafael Videla y sus secuaces civiles, eclesiásticos y castrenses, sería oportuno, en ocasión del 37 aniversario del Golpe, refrescar temas y denuncias que han estado circulando con motivo de la primera etapa de los juicios por delitos de lesa humanidad producto del terrorismo de Estado que asoló a Argentina entre 1974 y 1976 (etapa de la Triple A), y el 10 de diciembre de 1983, en que se restableció la democracia, concretamente, los juicios que tuvieron lugar en Bahía Blanca y La Pampa en 2010 y 2011-12, respectivamente.
¿A cuento de qué viene relacionar Bahía Blanca con La Pampa? La respuesta es sencilla: desde comienzos del siglo XX, consecuencia del nuevo orden derivado de la criminal “campaña del desierto” comandada por Roca, se estableció entre ambas regiones una persistente simbiosis fácil de explicar por razones de cercanía geográfica e intereses económicos que vinculaban a la próspera ciudad portuaria con la aislada provincia mediterránea, sobre todo en su región sur, relación que se ha mantenido más o menos intacta hasta el día de hoy. Más aún, la pequeña localidad de Jacinto Aráuz -ubicada junto al meridiano que sirve de línea demarcatoria entre las provincias de Buenos Aires y La Pampa- más que pampeana, podría considerarse un apéndice de la llamada Capital del Sur a la que recurre con insistencia en los momentos de crisis interna, como sucedió con la masacre de bolseros de 1921, la persecución de peronistas tras el triunfo de la Revolución Libertadora y el Operativo del 14 de julio de 1976 que culminó con el secuestro, tortura y detención de varias personas vinculadas al Instituto José Ingenieros de enseñanza secundaria, denunciadas por un grupo de vecinos, primero al poderoso Servicio de Inteligencia Naval (SIN), operado desde la base de Puerto Belgrano, y después del Golpe, a las autoridades de la Subzona 14. Recordemos que en uno de los informes clasificados que la embajada de Estados Unidos enviaba a Washington en los años de la dictadura, se hacía mención al Operativo Aráuz como una “ramificación del juicio por infiltración ideológica en la Universidad Nacional del Sur” que en Bahía Blanca promovió el represor Adel Vilas, jefe de la Subzona militar 51, con cabecera en Bahía Blanca.
En Bahía Blanca
En una muy elocuente nota publicada en la revista de orientación católica Criterio (No. 2309, octubre de 2005), Juan Rebok, su autor, se refiere, echando mano a abundantes pruebas documentales, a la persecución que sacerdotes católicos de diferentes órdenes estacionados en la diócesis de Bahía Blanca sufrieron a manos, primero de la Triple A, brazo armado de la derecha peronista enquistada en el gobierno de Isabel Perón y la burocracia sindical, y después de los esbirros del Proceso: el ominoso asesinato del cura saleciano Carlos Dorñak, el 21 de marzo de 1975; la bomba puesta en la escuela de Cáritas, en Villa Nocito; el acoso y las amenazas a sacerdotes como Hugo Walter Segovia y Néstor Hugo Navarro; el atentado con bomba del que fue víctima el padre José Zamorano el 30 de abril de 1975; la encarnizada persecución y hostigamiento a otro cura saleciano, Benjamín Stochetti; el exilio forzado a Alemania, para preservar su integridad física, de Duilio Biancucci, al enterarse de que su nombre figuraba en una lista negra de la Marina; el peregrinar de Benito Santecchia, primero por Uruguay, después por Europa para terminar en Israel. Asimismo, varios sacerdotes salecianos vinculados al colegio Don Bosco y al instituto Juan XXIII (nombre del último Papa con auténtica vocación pastoral cuya sola mención lo dice todo) se vieron permanentemente amenazados, acusados de inculcar doctrinas ajenas al “sentir nacional” a las nuevas generaciones de católicos que los acompañaban en su tarea social.
En este marco de represión orientada a los sectores progresistas de la Iglesia, no hay que olvidar a las víctimas jóvenes, fieles practicantes, que cayeran acribilladas por las balas genocidas. Primero fue Daniel Bombara, que había hecho el secundario en el colegio Don Bosco y cursado la licenciatura en el instituto Juan XXIII, donde se recibió de psicólogo, incorruptible militante de la teología de la liberación cada vez más peligrosamente enfrentada a la corriente ultra conservadora del integrismo que defendían la cúpula de la iglesia bahiense y sus siniestros aliados: el diario La Nueva Provincia y la Base Naval de Puerto Belgrano.
Por otro lado, tenemos a los integrantes del grupo de scouts de La Pequeña Obra (organización de raíz católica liderada por curas y monjas comprometidos con la teología de la liberación) que sufrieron una despiadada persecución al punto de que cuatro de sus miembros más brillantes y entusiastas fueron asesinados o desaparecidos: Elizabeth Frers, Horacio Russin, Eduardo Ricci y María Clara Ciocchini. Estos grupos de scouts mantenían, además, encuentros ecuménicos con la comunidad de la iglesia metodista de Bahía Blanca, lo cual los hacía doblemente sospechosos. Algunos testimonios hacen ascender el número de militantes católicos asesinados o desaparecidos por la dictadura en Bahía Blanca a la escalofriante cifra de 22, como brindado por Lili Real, quien trabajó en Cáritas en los años 70 (véase la nota “La justicia llega y con ella la paz de los corazones”, en Anuario 2011 Cáritas Bahía Blanca
(http://www.caritasbahiablanca.org.ar/archivos/comunicacion/archivo10.pdf).
Un hijo dilecto de Jacinto Aráuz, Néstor Rubén Grill, radicado en Bahia Blanca, donde había hecho el secundario en el colegio-seminario La Asunción y estaba estudiando ingeniería en la Universidad Tecnológica Nacional (UTN), fue secuestrado en su domicilio de la calle Darregueira por elementos al servicio de la Base Naval de Puerto Belgrano sin que hasta la fecha se conozca su destino. Se lo llevaron el 4 de noviembre de 1976, ante los ojos azorados de su padre y hermano, y conducido casi con seguridad al centro clandestino de detención ubicado en Baterías, en donde se lo habría visto por última vez, según testigos, el 22 de noviembre de 1976. Es muy probable que Grill estuviera marcado por su actuación en la organización religiosa Cáritas, donde, junto con Eduardo Ricci, eran los encargados de mimeografiar los documentos de difusión de la labor de la agrupación, además de participar activamente en las reuniones de discusión con jóvenes católicos acerca de la relación entre fe y militancia social, en su concepción, inseparables. Sin embargo, no se descarta que haya sido su participación en la Juventud Universitaria Peronista de la UTN-Facultad Regional Bahía Blanca, la que sellara su destino.
La respuesta de la Iglesia bahiense
¿Qué medidas tomaba la jerarquía eclesiástica de Bahía Blanca ante estos bárbaros atropellos a sus cuadros más comprometidos con la realidad social del país? Los testimonios que hablan de la actuación del arzobispo Jorge Mayer, cabeza de la diócesis, ante las decenas de reclamos de familiares de las víctimas que iban a rogarle por su intermediación, son abrumadoramente unánimes en cuanto a la actitud de lavarse las manos adoptada por este prelado, además de que daba a los atribulados familiares sermones acerca de la manera correcta de educar a los hijos para que no convirtieran en guerrilleros. Ante los padres de los alumnos de la ENET No. 1 que fueron secuestrados y llevados al centro clandestino de detención La Escuelita y posteriormente al Comando del V Cuerpo de Ejército, Mayer se mostró “serio, receloso, y lo único que les dijo fue que ‘si sus hijos tienen alguna vinculación política, no los busquen porque estarán muertos’, dio media vuelta y se fue”, según declaró uno de los entonces estudiantes en el juicio oral. A Jorge Mayer, según otro testimonio, era común verlo vestido con sotana dirigiéndose a la oficina del general Abel Teodoro Catuzzi, coordinador de los centros clandestinos de detención, ubicada en los terrenos del V Cuerpo de Ejército, en Villa Floresta.
El periodista Diego Martínez, que es quien más ha investigado sobre el asesinato de los obreros gráficos de La Nueva Provincia Enrique Heinrich y Miguel Ángel Loyola, escribe en una nota publicada en el diario Página 12 (10 de julio de 2006): “El arzobispo Jorge Mayer prefirió criminalizar a las víctimas para negarles su ayuda cristiana y la Justicia archivó la causa [del asesinato] sin investigar. Durante cuatro días estuvieron desaparecidos. El armador Manuel Molina [vocal del sindicato de trabajadores de LNP], junto con un ex maestro del colegio La Piedad, donde había estudiado Loyola, fueron a la Curia a pedirle ayuda al arzobispo bahiense monseñor Jorge Mayer. Su respuesta fue la misma que escucharon todos los padres desesperados que lo consultaron por sus hijos secuestrados: ‘En algo andarán’”. Dicho sea de paso, poco antes de morir, Jorge Mayer fue declarado ciudadano ilustre de Bahía Blanca por el entonces intendente Cristian Breitenstein, ferviente defensor de la teoría de los dos demonios y del terrorismo de Estado, al que justificó considerando que lo que había ocurrido en esos años era una “guerra civil”.
Otro prelado de la jerarquía católica de la diócesis de Bahía Blanca, monseñor Emilio Ogñenovich, también fue mencionado en el histórico juicio de 2011-12, en varios de los testimonios de quienes vivieron el horror de las torturas en el V Cuerpo de Ejército. Ogñenovich había asumido en 1975 como vicario general de Bahía Blanca, dedicándose al cursillismo. Pasó gran parte de la dictadura en la ciudad, donde acuñó sus tristemente célebres frases de cínico apoyo al genocidio: “Los profetas de una moral sin Dios están recogiendo las consecuencias lógicas. ¿Qué otra cosa podían esperar quienes han pregonado hasta el cansancio que nada hay superior al hombre?”, predicó el 25 de mayo de 1976. “Mi auto ya va solito para el V Cuerpo”, ironizó ante una mujer que le imploró su ayuda para localizar a un desaparecido. Al padre de un secuestrado que buscaba a su hijo le soltó con su habitual desprecio: “En este momento lo están haciendo cantar”. “La sociedad está cansada de inútiles declaraciones sobre derechos humanos”, se quejó en 1977. Ogñenovich fue ordenado obispo en 1979 en Bahía Blanca por Jorge Mayer. Mayer y Ogñenovich se salvaron de ser investigados por la justicia porque ya están muertos.
Otro que se las traía era el capellán castrense Aldo Omar Vara, que sobrevivió a los dos anteriores, que se llevaron a la tumba los secretos de su complicidad con la represión en la Subzona 51. En una nota de Página 12 publicada por el periodista Horacio Verbitsky cuando se estaban llevando a cabo los ya legendarios Juicios por la Verdad en Bahía Blanca, a propósito de lo que había declarado el cura Vara leemos lo siguiente: “Diversos testigos lo vieron en La Escuelita, uno de los campos de concentración de Bahía Blanca. Él declaró que había tratado de ayudar a los adolescentes secuestrados y torturados en dependencias del Cuerpo V de Ejército en 1976 y agradeció a Dios ‘haber estado allí y haber podido evangelizar a unos 7000 jóvenes’”. Entrevistado por la publicación bahiense Cristo Hoy Vara se quejó de “quienes nos acusan a monseñor Mayer y a mí, haciéndonos aparecer como indignos de la misión eclesiástica que cumplimos”. Vara, para evitar su exposición ante la opinión pública estuvo oculto un tiempo en una diócesis de Cuyo. Ahora la justicia lo está investigando.
En Jacinto Aráuz y la zona
Es ampliamente conocido el hecho de que una importante comunidad valdense reside en esta población del sureste pampeano. Prácticamente, la mitad de los habitantes profesa este credo protestante cuyos orígenes se remontan a épocas anteriores a las diferentes reformas que florecieron en la Europa renacentista. Considerados herejes en el medioevo, al igual que los cátaros, en lo que hoy es Francia, los valdenses habrían sido exterminados como estos últimos de no ser que se refugiaran en los valles alpinos del norte de Italia donde sobrevivieron a la persecución del papado romano y a la Santa Inquisicón, hasta que, a partir de mediados del siglo XIX, grupos importantes emigraron hacia América, asentándose especialmente en Uruguay y algunas regiones despobladas de Argentina, como el sureste de lo que después sería la provincia de La Pampa.
En 1973, luego de las sucesivas dictaduras que habían asolado al país, con los aires frescos que trajo consigo la flamante democracia que por poco tiempo encabezó el presidente Héctor Cámpora, Carlos Delmonte, el pastor de la comunidad valdense de Jacinto Aráuz, junto con Valentín Bosch, sacerdote católico entusiasta seguidor de la teología de la liberación, comenzaron a organizar reuniones conjuntas, a las que denominaban “jornadas ecuménicas”, cuyo objetivo era propiciar el diálogo entre ambos credos, los cuales habían mantenido hasta entonces callados enfrentamientos y recelosas miradas mutuas. Estas reuniones fueron muy exitosas en lograr la integración social de ambas iglesias, sobre todo entre los jóvenes que asistían a la única escuela secundaria de la localidad, el Instituto José Ingenieros, que también tuvo una activa participación en los encuentros. Se hacían celebraciones conjuntas de las fechas patrias y hasta se llegó a llevar un nutrido contingente de alumnos de Buenos Aires para que convivieran unos días con sus pares pampeanos, en jornadas de discusión y trabajo conjunto que sirvieran para limar asperezas y desconfianzas, con miras a un futuro de armoniosa convivencia.
Esta labor ecuménica fue, sin embargo, muy mal vista por los integrantes conservadores de ambas comunidades, al punto de que, cuando consideraron que la situación política podría favorecerlos, se confabularon para denunciar a los “rojos” primero ante la inteligencia naval de Bahía Blanca y después del Golpe a la de la Subzona 14, todo lo cual desembocó en el demencial Operativo del 14 de julio de 1976 dirigido personalmente por Luis Enrique Baraldini, que cobró sus víctimas principalmente entre los docentes de la escuela secundaria que provenían de Bahía Blanca, a quienes asociaban con la labor disolvente propiciada, según su óptica, por las cabezas de ambas iglesias, calificadas de “comunistas”. Como resultado, el padre Valentín Bosch se vio obligado a partir al exilio. En lugar del pastor Delmonte, que hacía un tiempo había abandonado Jacinto Aráuz, los represores secuestraron a su sucesor, Gerardo Nansen, al que torturaron en el Puesto Caminero junto a la Ruta 35 para liberarlo horas después. Hasta donde se sabe, la jerarquía de la iglesia pampeana, al igual que sus pares bahienses, jamás denunció estos hechos. El plan sistemático de exterminio de la dictadura, sin duda, fue acompañado por el silencio sistemático de la jerarquía católica.
Documentos desclasificados del Departamento de Estado
Este importante conjunto de documentos siempre depara sorpresas, de ahí que sea importante reproducir en su totalidad el contenido de alguno de ellos cuando aporta claridad a los temas que se investigan, como el siguiente Telegrama a Washington firmado por Robert C. Hill, embajador de Estados Unidos en Argentina:
- Síntesis. Con motivo del primer aniversario del gobierno militar, casi coincidente con Semana Santa, la iglesia argentina se ve perturbada por el problema de los derechos humanos, aunque no está dispuesta a enfrentar al Gobierno por los abusos. Esto refleja fielmente la ausencia de simpatía en la sociedad argentina por los actos terroristas y subversivos de la extrema izquierda, su tolerancia hacia la represión y su falta de confianza para encontrar una alternativa a este Gobierno en el corto plazo. […]
- Por otra parte, el capellán en jefe de la Armada, Palestrina, alabó a los soldados, a sus esposas e hijos por su valor y sacrificio en la protección de la sociedad, mientras que el obispo Sansierra de San Juan atacó a los comunistas que hostigan a los cristianos y a “los que protestan por los derechos humanos cuya intención no siempre está clara y se origina en que no se toman en cuenta las consecuencias individuales, nacionales e internacionales”. El obispo [Jorge] Mayer de Bahía Blanca [en una homilía en la catedral] lamentó “la guerrilla inhumana”, los secuestros, la ansiedad de militares y policías que viven con el temor de ser asesinados. Atacó el avance del marxismo en Asia y África, así como en los países tradicionalmente cristianos de Europa y América., y la “conspiración de silencio” en torno a los sufrimientos de Vietnam, Laos y otros países de Asia y África.
El documento, fechado el 14 de abril de 1977, fue redactado por el embajador yanqui, no precisamente un crítico del gobierno de Videla, al cumplirse el primer aniversario del Golpe del 24 de marzo. 36 años después, su contenido sigue vigente, pues todavía estamos esperando la respuesta de la Iglesia a las acusaciones de complicidad de su jerarquía con la dictadura más sanguinaria de la historia argentina, cuyos efectos no dejan de sentirse.
Leer mas