La capital se disputa entre dos candidatos
Santa Rosa, y una elección, por ahora, con pronóstico de empate.
Ortiz y Altolaguirre polarizarán la elección. Ambos intentan posicionarse ante un votante complejo. El peronismo en la capital provincial, fragmentado pero decisivo, será clave para hacer ganar o perder a uno u otro.
Norberto G. Asquini
Santa Rosa es una elección con pronóstico de empate, por ahora, y a pesar de que quedan apenas veinte días para el 25 de octubre. La percepción, según el consultado, es que lleva las de ganar el PJ, con el ministro de Bienestar Social, Raúl Ortiz como candidato, o puede imponerse esta vez por las circunstancias Propuesta Frepam, con Leandro Altolaguirre. Hay tendencias, pero ninguna afirmación es concluyente.
La regla de que el “peronista vota siempre peronista” respalda la primera postura, la frase que supo tejer el ex gobernador Rubén Marín que “el peronismo te puede hacer ganar o te puede hacer perder”, a la segunda. La clave para el domingo 25, en ese sentido, está en ver cómo se comportará el votante peronista. Y eso lo saben ambos candidatos.
Terreno complicado.
La situación está a priori pareja por la debilidad de origen de la que partió el candidato del PJ. La postulación de Ortiz llegó porque el gobernador Oscar Mario Jorge renunció a encabezar la lista oficialista después de ganar la interna del 5 de julio. Cuenta con el apoyo del candidato a la gobernación, Carlos Verna, y de los principales dirigentes del partido. Pero su figura también ha cosechado resistencias. Y también, a pesar de su cargo en el gobierno provincial, tiene que hacerse conocido para el votante.
Santa Rosa tiene un piso alto de apoyo peronista. Puede hacer ganar a un “out sider” de la política como Luis Larrañaga o puede expulsar a un candidato refractario como lo fue Juan Carlos Tierno. Pero a la vez, ese terreno está fragmentado y disperso desde hace más de una década. La capital está cruzada por diferentes vertientes del justicialismo que disputan espacios, aunque finalmente se encuadren detrás de una boleta bajo la lógica del poder. El vernismo nunca pudo hacer pie en la capital y sus dirigentes más mencionados no tienen base electoral, el marinismo apoyó un candidato en las internas que salió tercero, el kirchnerismo ganó las primarias en la ciudad. Pero Verna se impuso por sobre el candidato jorgista. Contrasentidos que marcan además la densidad del voto justicialista. El votante santarroseño es complejo y con mayor autonomía que en otras localidades.
Comportamiento electoral.
Además, hay que ver cómo se ubicarán en ese escenario las otras opciones que pueden disputarle el electorado peronista al PJ. Hay una polarización entre el justicialismo y el Pro-Frepam en la ciudad, pero también juegan sus chances el massismo y el kirchnerista Frente Pampeano para la Victoria, que más allá de la cantidad de adhesiones que cosechen, podrían restarle por abajo votos a la boleta del oficialismo. Y hay sectores del peronismo santarroseño que molestos con la postulación de Ortiz afirman que votarán a Altolaguirre. Estas resistencias van de quienes tuvieron que enfrentarlo durante la confrontación jorgismo-vernismo hasta los kirchneristas que lo acusan de soltarles la mano en las primarias. ¿Cuál es el margen de enojo? ¿Cuál es la verdadera dimensión de esto? Eso lo dirán las urnas.
Por otra parte, también se analiza que el votante justicialista tiene una mayor fidelidad en su voto, y que la boleta con Daniel Scioli como presidente y Verna como gobernador ayudarán a arrastrar votos para Ortiz.
Uno y otro.
Ambos, Ortiz y Altolaguirre, llegaron “de abajo” a ser candidatos y son caras relativamente nuevas para la política local. Si bien por los cargos que ocuparon anteriormente no puede decirse que sean la renovación, también son jóvenes con respecto a otros dirigentes. Ortiz se presentó en julio por primera vez una elección, aunque de la mano de Jorge. Altolaguirre hacía cuatro años que no ocupaba un cargo, pero se impuso en una interna al que se consideraba el postulante “oficial” del Pro-Frepam colocado por Francisco Torroba. Lo que se consideró una hazaña.
Ortiz debe competir en un campo minado. Las últimas gestiones del justicialismo no han sido buenas, y la ciudad quedó, como él mismo indica y percibe, con un “humor social” de desaprobación a la intendencia de Luis Larrañaga. En ese sentido, Altolaguirre cuenta con tener el antecedente de un gobierno radical previo que fue aceptable. Sin embargo, hay otro dicho, basado en hechos de la realidad, que afirma que “al peronismo se le perdona todo, a la oposición ni un poco”. Para muchos votantes del justicialismo Ortiz llegaría -de ganar las elecciones-, a solucionar los problemas que dejó Larrañaga con el apoyo de Verna y la “caja” provincial.
Las dos campañas.
Ambas campañas muestran candidatos que se van haciendo con la marcha. Más concreta es la de Ortiz en sus propuestas, que también cuenta con las “ventajas del oficialismo” en cuanto a recursos económicos y a la visibilización que le ha dado estar en un cargo gubernamental. Igual tiene que vencer el desconocimiento hacia su persona y se ha aferrado a los apoyos que le pueden dar otros sectores ajenos al jorgismo.
Altolaguirre tiene propuestas más neutras y generales, pero cuenta con un perfil que congrega al votante opositor medio capitalino. Y ha ganado una interna en el radicalismo, que aunque no haya tenido la densidad de la justicialista, al menos lo legitimó en las urnas.
Se analiza que Altolaguirre, luego de la interna y de la crisis de la renuncia de Jorge a la postulación, quedó bien posicionado, pero que Ortiz remonta desde atrás. Para todos, a veinte días de las elecciones, todo parece marcar un empate. Una mirada, además, para no jugarse con ningún pronóstico.
Un dirigente justicialista consultado explicó que el domingo 25 no se va a votar tanto a las personas, ya que no son tan conocidas para el votante, como a conceptos. Qué representa uno y otro candidato para el ciudadano. Un juego de sumas y restas donde el votante peronista hará la diferencia que vuelque las urnas para un lado o para el otro.