Opinión: Desde la Memoria.
Hace ya seis años, escribí el texto adjunto, cuando se cumplían 30 años del terrible asesinato de Carlos Davit. Su cadáver apareció colgado de un puente con cerca de 50 tiros.
Se los envío a modo de mínimo homenaje para quienes sufrieron el vergonzoso y cruel terrorismo de Estado y para que “NUNCA MAS” sea posible. Guillermo Herzel.
En tanto que un pueblo sea capaz de preservar su pasado de manera coherente y respetuosa, asegurará el futuro de su cultura.
Fundación Rigoberta Menchú Tum
1975 – Noviembre – 2005
30 años del asesinato de Carlos Davit
Todos conocemos la ceremonia personal y silenciosa de instalar a nuestros muertos en el costado de mayor respeto en la memoria.
Tienen el peso suficiente como para vencer al tiempo, en el terreno de los recuerdos. Un modo de sobrevivir.
Ocurre que el poder (El poder, no los gobiernos) siempre ha utilizado a la muerte como el más eficaz de los avisos.
Todos conocemos, seguramente, los detalles de la muerte de Tupac Amaru (1781) Muy pocos deben saber, sin embargo, los motivos de tal padecimiento.
Es necesario conocer el escarmiento, recordar lo que les pasa a los rebeldes cuando se toman demasiado en serio su rebeldía. Y también es necesario olvidar las causas. Que nadie descubra que coinciden con los sueños que sueñan todavía los hombres justos.
Las interrupciones de los procesos democráticos, más aquí en el tiempo, tuvo siempre como meta el beneficio del poder, en desmedro de los intereses populares.
Ya en 1930, el General Justo derrocó un gobierno legítimamente elegido, cuando una ley de hidrocarburos estaba a la firma del presidente de la nación.
Fueron muchos los argentinos que manifestaron su rebeldía ante injusticias como ésta. Las dictaduras optaron, entonces, por “descuartizar” a los rebeldes.
En 1975, Carlos Davit terminaba su carrera de contador en la UNS.
Integraba el Centro de Estudiantes de Ciencias Económicas. Era miembro de la comisión del Club Universitario, donde funcionaba el comedor universitario. Y, además, militante de la Juventud Universitaria Peronista.
La triple A hacía estragos y Bahía Blanca era uno de los centros de mayor violencia represiva.
Contra esa violencia del poder, se manifestó Carlitos, desde cada uno de aquellos puestos de lucha para los que había sido elegido democráticamente por sus pares.
A Carlos Davit lo mataron con un tiro que le produjo, en la parte alta de su espalda, una herida del tamaño de una mano. Los cuarenta o cincuenta tiros restantes no fueron para él. Fueron para sus compañeros universitarios.
Para enterarlos de lo que “les pasa a los rebeldes”. Es bueno advertir, a esta altura, que él fue de los primeros estudiantes asesinados por la AAA, cuando ésta hacía “sus primeras armas”, al mando de López Rega, funcionario de un gobierno democráticamente elegido.
Carlos Davit fue, sin duda, un rebelde. Desde su rebeldía, imaginaba un país mejor. Ese país no sería sólo para él. Era el país que soñaba para todos.
Él desarrolló una actividad política, pensando en su prójimo. Y esto, más allá de interpretaciones, es lo que debemos rescatar para guardar su recuerdo en “el costado de mayor respeto en la memoria”.
Existen múltiples testimonios de quienes lo conocieron, compañeros de estudio, amigos, militantes, parientes.
Es necesario conocer esas opiniones, medir la talla de quienes las ofrecen y abrirnos a la comprensión de un momento muy oscuro de nuestra historia reciente.
Quizá la mirada que podemos echar, treinta años más tarde, nos permita comprender los “detalles de su muerte” y también los “motivos de su padecimiento” .
Desde la memoria
Guatraché, 19 de noviembre de 2005