Un ‘yuyo’ pampeano tiene propiedades antiinflamatorias
Desde hace varios años, en el Centro de Investigaciones y Desarrollo de Fármacos (CIDEF) de la Facultad de Ciencias Veterinarias con sede en General Pico se vienen realizando estudios sobre distintas especies vegetales nativas y naturalizadas con el fin de encontrar en ellas eventuales propiedades farmacológicas.
En ese marco, la novedad más importante registrada en los últimos tiempos fue el descubrimiento de efectos antiinflamatorios en una especie sumamente conocida como un ‘yuyo’ más no sólo en gran parte de la provincia y la zona sino también en regiones más alejadas del centro-norte del país.
Su nombre científico es Salpichroa Origanifolia, aunque es mucho más conocida como ‘huevito de gallo’, ‘uvita’ o ‘camambú’, entre otras denominaciones populares.
La responsable de ese estudio es Mónica Boeris, médica veterinaria y doctora en Biología, además de docente en la facultad.
En diálogo con este diario, la profesional informó que “los docentes universitarios además de docencia hacemos investigación y extensión, y desde hace muchos años mi línea de investigación es encontrar acciones farmacológicas en extractos vegetales. En esta tarea contamos con el apoyo de botánicos de la Facultad de Agronomía con sede en Santa Rosa y, además, nos manejamos con información popular. Por ejemplo, cuando decidí investigar alguna planta por acciones farmacológicas quien me transmitió su saber popular sobre las propiedades de esta planta fue el agrónomo Peters. Ese saber popular la recomendaba para curar sabañones y problemas de piel. Entonces empezamos a investigarla, y después de llegar al punto de obtener un extracto vegetal se lo administramos a distintos ratones. Ese proceso nos permitió llegar a la comprobación científica de que posee muy buen efecto antiinflamatorio y analgésico. Además comprobamos que no es tóxico, y que al administrárselo en forma reiterada a los ratones no les provocó ningún daño gástrico ni en ningún órgano como efectos secundarios. De todos modos es un fitofármaco; aún no hemos dilucidado cuál es la molécula que cumple ese efecto. Es decir que estamos consumiendo una mezcla de compuestos cuyo resultado es el explicado, pero el paso posterior es identificar la molécula específica para, entonces, realizar las pruebas correspondientes para empezar a transitar el largo camino que pueda derivar en que todo esto se convierta en una pastilla en la estantería de una farmacia”, graficó.
La investigadora explicó, asimismo, que en los bancos de extractos del CIDEF cuentan con muestras de 182 plantas que crecen en La Pampa. “Además de acciones antiinflamatorias probamos acciones antiparasitarias, antimicrobianas o sobre la motilidad (capacidad de moverse en forma espontánea e independiente) gastrointestinal. Se trata de tomar una determinada cantidad de frascos y probarlos sobre un modelo experimental para ver si tienen o no efecto. Las plantas aún tienen una gran posibilidad de ofrecer medicación y cura a la humanidad, y son muchas las que no están investigadas. En realidad lo que hicimos fue la comprobación científica de un uso popular. Ese uso popular era que la planta curaba lesiones en la piel; hacían una infusión con las hojas, limpiaban una lesión y a los dos días estaba cicatrizada. A eso hay que transformarlo en un efecto científico, y es lo que se ha hecho en este laboratorio”, abundó Mónica Boeris.
Por otra parte, la profesional y docente contó que esa investigación constituyó precisamente su tesis doctoral. “En este laboratorio trabaja además el director del CIDEF, Ricardo Toso, y otros investigadores. Afortunadamente se logró disponer de un crédito de origen nacional para contar con un equipamiento realmente importante. No obstante, debe entenderse que este tipo de investigaciones llevan mucho tiempo, entre otras cosas porque no es lo único que hacemos. En este caso, trabajé durante cuatro años para la tesis doctoral y después seguí dedicándome a la investigación en forma paralela a mi trabajo como titular de cátedra con una gran carga horaria y en una materia anual con mucho contacto con el alumno.
Es decir que la investigación sobre las propiedades de esta especie me llevaron un tiempo que no tengo muy preciso, pero en todo caso no fueron menos de seis años. Por supuesto el resultado me produce una satisfacción enorme, porque esto me apasiona y puedo trabajar en un lugar realmente muy bueno. Pero las tareas de investigación están supeditadas a la prioridad de la función docente. Lo que necesitamos es que los estudiantes conozcan todo esto para que se vayan sumando becarios, adscriptos, colaboradores que nos ayuden. Para la medicina veterinaria los tiempos de la investigación son distintos a los de otras profesiones. Por ejemplo, los químicos o bioquímicos históricamente investigaron. Los médicos veterinarios, en cambio, nos recibíamos para irnos a trabajar al campo. Por lo tanto, tenemos que reformularnos la manera de considerar y plantearnos la investigación científica”, alentó.
Fuente La Reforma