El “proyecto de provincia”: de los tiempos de lo posible a la autocrítica peronista


El “proyecto de provincia”: de los tiempos de lo posible a la autocrítica peronista

La dirigencia del PJ coincide en que hay que modificar el perfil productivo pampeano. Jorge, Verna y Marín lo consideran y hacen su autocrítica. No es solo una cuestión de pelea de cara a 2015, sino una discusión más profunda.

Norberto G. Asquini

Durante treinta años, desde la recuperación democrática, el peronismo ha gobernado La Pampa. La continuidad de ese partido en la gestión provincial se ha basado en la legitimidad electoral ganada en base a la gobernabilidad política y económica y al Estado bienestarista que sorteó las peores crisis y se nutrió de los años de crecimiento.

Pero en los últimos tiempos, de cara a la sucesión de Oscar Mario Jorge, y al final de su ciclo como gobernador, ha comenzado a considerarse cada vez con más fuerza la discusión sobre el “proyecto de provincia”. No solo productivo, sino global, y no solo sobre la administración presente, sino de las perspectivas de crecimiento a futuro. Esto es una suerte de autocrítica del propio justicialismo a sus administraciones que acumularon más de treinta años ininterrumpidos y a las deudas pendientes de esas gestiones, pero también en parte una renovación del contrato con la sociedad pampeana.

Tres miradas, un horizonte.

El senador Carlos Verna, lanzado a la gobernación para el próximo año, lo dijo en el cierre de una charla en General Pico. Para el ex mandatario el proyecto de provincia que tenemos está “agotado” y llamó a laborar “un nuevo proyecto político”, que incluya a “los empresarios” porque el Estado “ya no tiene capacidad para pagar más salarios”. Rubén Marín, gobernador durante cuatro períodos, coincidió con el legislador al afirmar que el “modelo en la provincia está agotado” y reclamó que se genere trabajo para los jóvenes “porque dentro de diez años vamos a ser una provincia de jubilados”. De ambos mandatarios, esto no es solamente un discurso partidario, debe leerse también que han asumido la parte que les ha tocado en este proceso.

Por su parte, el gobernador Jorge les respondió que está “llevando adelante el proyecto de gobierno, de estos cuatro años, que lo había preparado el PJ para Verna”. “¿Qué necesitamos nosotros? Lo hemos gritado durante toda la vida: en primer lugar, el bienestar de la gente”, dijo, y destacó que La Pampa “ha tenido siempre el mejor desarrollo social del país”.

Seguramente este debate toca íntimamente a quien está gobernando y gestionando, porque es el responsable actual. Y los dichos de Verna y Marín tienen un trasfondo político, haya sido o no esa la intención, de cara a 2015. Pero el debate es mucho más profundo y va más allá de la coyuntura, los cuestionamientos personales y los intereses electorales. Hasta el gobernador Jorge, en los hechos, ha dado cuenta de ese déficit estructural. Las apelaciones al “desarrollo industrial”, la promoción turística, el juicio por el río Atuel y los pedidos a Nación por la vuelta del tren son gestos que indican que la realidad marca que la “visión conservadora o administrativista” de la provincia ha dejado de ser el horizonte del Estado y el gobierno peronistas.

Diagnóstico y políticas.

El diagnóstico se ha ido construyendo en paralelo a la realidad. La Pampa es una provincia principalmente agropecuaria, con una industria que no tiene peso relevante, que ha exhibido un crecimiento importante del sector de los servicios y cuyo principal generador de empleo es el Estado provincial, motor de la economía regional.

A pesar de los inconvenientes, tiene una buena infraestructura, servicios básicos que funcionan e indicadores sociales históricos destacables. Solo hay que ver las estadísticas: desde lo laboral, con casi pleno empleo, hasta los índices en la salud pública. Tampoco hay un estancamiento económico, de hecho las exportaciones han crecido en los últimos años.

La economía local además está condicionada por las tendencias macroeconómicas. Los vaivenes nacionales, ya sean estos en políticas públicas o en la economía real, influyen en el desarrollo provincial. Durante los años 80, la inflación llevó a la desindustrialización local con la caída de empresas señeras, la convertibilidad del menemismo barrió con comercios y con no pocos productores rurales, la política agropecuaria del kirchnerismo hizo cerrar frigoríficos de la gestión vernista y la soja desplazó a otras actividades agropecuarias. Por no hablar de los regímenes de promoción industrial que tuvieron jurisdicciones vecinas.

En ese escenario, los gobiernos peronistas han sabido administrar la provincia, pero no lograron darle otro perfil productivo. ¿Hubo políticas en ese sentido? Hubo intentos. Lo quiso el marinismo con la zona franca piquense, el vernismo con el aumento del stock ganadero y Casa de Piedra y el jorgismo con la instalación de algunas fábricas. El petróleo ha logrado transformaciones y ayudado a la renta. Estas políticas no fueron suficientes para romper los condicionamientos, ya sean regionales, macroeconómicos o de gestión.

¿Faltó osadía para encarar las transformaciones necesarias? ¿Hubo errores estratégicos? La Pampa siempre fue una provincia ordenada en sus cuentas, que no se endeudó ni privatizó su banco oficial ni su instituto previsional. Pero no hay premios para la prolijidad. Y para colmo, tres de las últimas cuatro cuentas de inversión arrojarpn déficit, como los presupuestos 2013 y 2014, que encienden luces rojas para las cuentas públicas. Hoy el gobierno nacional reestructura las deudas de muchas provincias mientras La Pampa observa la situación.

 Signos de un tiempo.

La discusión sobre las perspectivas futuras de la provincia surgen como comparación a un “proyecto nacional” en marcha. En La Pampa lo inició la oposición hace unos años cuando el crecimiento económico del país durante los gobiernos kirchneristas empezó a dar cuenta de que algunos índices estaban estancados y los adelantos que se estaban dando en provincias vecinas no se veían reflejados en La Pampa. Las cifras del censo nacional de 2010 mostraron en parte el “achatamiento” de la provincia en materia demográfica. La generación de empleo genuino está atada al comercio y muchos jóvenes que se van a formar fuera de la provincia no regresan y se pierde mano de obra calificada.

Pero también esta discusión se ha dado soterradamente en el justicialismo a la par de las diferencias políticas internas que sacudieron a ese partido en la última década. Y ya muchos antes lo habían planteado sus dirigentes, aunque no como una crítica, sino como un proyecto a futuro para evitar cargar sobre las administraciones previas.

Revisión y reacción.

La discusión, o al menos el planteo, sobre el cambio en el “proyecto de provincia”, al que hay que adosarle “el proyecto de provincia del peronismo”, es parte de la revisión que parece hacerse la misma dirigencia justicialista en la actualidad. Lo hace Verna mientras elabora su plataforma con sus técnicos con vistas a 2015 para presentarla para competir por la gobernación, y lo rumian en el jorgismo quienes tienen cargos en la actual gestión y se preparan para competir por la sucesión de Jorge mostrándose como la renovación partidaria.

En verdad, el gran debate es para sostener la credibilidad y legitimidad del justicialismo ante la sociedad pampeana como partido de gobierno. No los consensos electorales porque los tiene, sino como clase dirigente. Hay en esto una reacción ante la resignación. Hacerse cargo de la situación presente y futura también, porque en el escenario político provincial hoy no parece que haya otro sector que pueda hacerlo. La idea es salir de un modelo estático, “chato” o burocrático, como lo quieran llamar sus críticos -que en su momento fue primordial y necesario para afrontar crisis y recesión-, y lograr los siempre demorados cambios productivos.

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