Nacido en, o mejor dicho, inscripto en General San Martín el 31 de julio de 1966, Claudio comienza haciendo memoria “vivíamos en un campo de Abramo donde Papá era peón, y es allí que recuerdo que los nacimientos se anotaban en San Martin”, aclara.
Cuarto hijo de un total de diez, y uno de los nueve varones, Claudio se emociona al hablar de su familia “En Guatraché tengo a mi Papá y a ocho de mis hermanos: Omar, Sergio, Pablo, Juan Carlos (Pecos), Alejandro (Tato), Ariel, Fernanda y Cristian (Pocho), también a los sobrinos por parte de mis hermanos Pablo, Fernanda y Ariel; y mi otro hermano, Néstor, que vive en General Campos con Mari y los cuatro hijos de ambos”.
“Alejandro es el séptimo de los diez y el séptimo hijo varón”, agrega, por lo que de acuerdo a una ley argentina sancionada en 1973, establece que el matrimonio que de a luz al séptimo hijo o hija de una prole del mismo sexo (deben ser siete hijos varones o siete hijas mujeres), pueden optar por el padrinazgo “moral” del Presidente de la Nación, quién otorgará, una medalla de oro recordatoria, un diploma y una beca de estudios de carácter asistencial destinada al ahijado para contribuir en su alimentación y educación, “el día que Tato fue bautizado fueron como representantes de las autoridades la esposa del gobernador y el Señor Abdala, intendente de Abramo”, recuerda. “Tato recibió la medalla de ahijado presidencial y Papá recibió un trabajo en Vialidad Provincial. De ahí en adelante comenzamos a ser guatrachenses”. Y recuerda otra anécdota que les tocó vivir, “cuando Tato empezó a estudiar veterinaria a principios de los ´90 no teníamos como costear sus estudios, entonces presentamos una petición para obtener una beca que por ley le correspondía. Si bien nos recibieron el pedido en Presidencia, la respuesta fue algo así como: ¡No, a partir de este gobierno se acabó el padrinazgo!”.
Al Seminario
La mayoría de los guatrachenses que han decidido migrar merecen el adjetivo de nómades ya que llevan diferentes lugares de residencia a las espaldas, pero el caso de Claudio es punto y aparte. “De Guatraché me fui con los Padres Palotinos cuando termine el secundario nocturno”, señala, “quería seguir haciendo algo que tenga que ver con lo social y sobre todo formarme para trabajar después cerca de mi lugar y por las necesidades de la gente de mi provincia. Pero aun no he vuelto y ya no lo decido yo solo”, admite.
“¿Qué extraño de Guatraché?, ver a mis sobrinos,…. ¡para qué te digo mas!”, es contundente, y su mente se fija en aquel pueblo provinciano que lo vio crecer y que la añoranza lo lleva a recordar con mucho cariño: “Los recuerdos mas frescos son las caras de algunas maestras de la primaria. De la secundaria recuerdo lo lindo que fue tener pocos compañeros y conocerlos mejor a todos (porque en esa época yo socializaba menos que ahora). Y por último me quedan los recuerdos del grupo parroquial y los campamentos. De ahí nacieron mis ganas de entrar al seminario palotino”, afirma quien ya radicado en el Gran Buenos Aires suele imaginar encontrarse a sus coterráneos en el rostro de cada peatón, “acá me recuerda Luci que cuando estamos paseando le digo: mira, aquel se parece a un vecino de mi pueblo, y así me pasa con mucha más gente. Es por eso que te digo: ¡sí, extraño muchas mas cosas de Guatra!”.
Actualmente Claudio trabaja en forma temporal con unos amigos en una farmacia-herboristeria en el barrio porteño de Once, “pero vivo en Hurlingham, no muy lejos de Eduardo Herzel”, explica y completa no sin orgullo “Este año terminé de hacer una Diplomatura en Grafología Forense en el Instituto Universitario de la Policía Federal en Capital Federal“. Hoy, a más de dos décadas de vivir lejos de sus raíces, este muchacho emprendedor que también es enfermero profesional, disfruta de una vida plena, juega con su perro, llamado Haruki y con su gata bautizada Aceituna, atiende a diario a los clientes en la farmacia y disfruta la vida en pareja junto a su mujer, Luci Iele.
Una Historia de Vida
A los 6 años en Guatraché, un día común de 1972 mientras jugaba con sus amiguitos, al regresar a casa Claudio notó que su cuerpo estaba muy hinchado y a partir de ahí casi ni orinaba. “Los médicos no sabían de que se trataba”, recuerda “Tanto en Bahía como en Santa Rosa no había médicos nefrólogos, si urólogos, por lo que no cabía la posibilidad de un buen tratamiento. Perdíamos bastante tiempo, me daban una medicación que implicaba una solución temporal”, se lamenta. “El diagnostico fue al principio una Glomérulonefritis y la enfermedad fue evolucionando hasta que a los 7 años me llevaron a Buenos Aires, me dieron un buen tratamiento y pude vivir dos años sin privaciones en la comida ni en otra cosa”.
“Pero a los 10 empezó de vuelta”, recuerda “porque dicen que es una enfermedad autoinmune donde mis propias defensas atacan a mi riñón. En invierno me atacaba y en la primavera calmaba, y así sobrevivía de recaída en recaída”. “A partir de los 20 años cuando entré al seminario fue decayendo la función renal, hasta que a los 25 tuve que comenzar con las diálisis”, relata, mientras recuerda el padecimiento de ese tratamiento que debió realizar durante mas de década y media.
Hasta ese entonces Claudio ignoraba lo que era un tratamiento de hemodiálisis. Cuando lo vio por primera vez y las personas conectadas a esos aparatos, le pareció que el mundo se le venía encima, “de algún lugar saqué fuerzas, sabia que aun me quedaban muchas cosas por vivir. En esos tiempos los lugares de diálisis tenían poco personal profesionalizado. Siendo estudiante me daba cuenta de las fallas y eso también me desanimaba pero comprendí que era la única manera de prolongar mis días sobre esta tierra, y me propuse vivir y vivir con dignidad la vida con diálisis”.
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Claudio Flatt cumple cada 7 de julio un nuevo año de vida digna, un nuevo año en su segundo cumpleaños en la vida. El 7 de julio de 2007 volvió a nacer cuando un trasplante de riñón cadaverico le salvó la vida después de dieciseis años de diálisis y una esperanza casi perdida de recuperar la salud y volver a vivir dignamente. Atrás había quedado el transplante fallido del ´97, cuando su hermano Tato –hoy veterinario- decidió que la vida de su hermano no debía depender de la generosidad anónima y dio un paso al frente para evitar el azar y asegurar el éxito. Le informaron que una donación en vida tenía su riesgo, pero no le importó. A pesar de eso, la compatibilidad inicial no resultó tal, a los ocho meses vino el rechazo y vuelta a comenzar.
En 1990, luego de permanecer tres años en el seminario con los padres palotinos, Claudio se quedó dos mas en una Parroquia para estudiar y recibirse de Enfermero Profesional para luego trabajar en una empresa de internación domiciliaria y después pasar a una farmacia de amigos, “pero el trabajo no rendía como antes, por lo que tuve que mudarme varias veces, siempre por la zona de Parque Chacabuco”, describe.
“Desde el 2000 comencé a abandonarme un poco porque vivir con diálisis deteriora mucho, uno se cansa de luchar al no encontrar buenas razones así que deje de hacer buena letra por un tiempo, y si la seguí peleando fue porque desde el cielo se encargaron de mandarme una madre postiza, María del Carmen Buzzurro que literalmente me adopto como hijo y me animó siempre a seguir adelante, y cuando yo no podía peleaba ella por mi”, testimonia.
“Siempre seguí siendo religioso y nunca me sentí solo, por eso cuando andaba en la mala, una vez fui a una peregrinación en Pehuajó, y Carolina Treseguet, la chica que tenia locuciones con la Virgen me dijo de Su parte que no temiera, que Ella estaba conmigo. Desde ahí en más marche mas confiado por la vida. Luego cuando ya nuevamente no esperaba mas nada para mí y seguir en diálisis no tenia un sentido y solo significaba sufrir, me llego el transplante de riñón que tanto necesitaba. Entré al quirófano el día 7 del mes 7 del año 7, el día séptimo de la semana. Habrá sido casual, che?”, se pregunta casi entre lágrimas.
“Después de la operación ya estaba libre, mas no estaba preparado para la libertad ni para la soledad. Nuevamente deseaba cambiar a una situación mejor y pedí a Dios supliera lo que me faltaba, y cuando otra vez ya no esperaba mas nada apareció Luci, nos pusimos de novios el 7/11/2008 , nos casamos por iglesia el 11/10/09 , repetimos las promesas matrimoniales por segunda vez el 23/01/10 y nos casamos por tercera vez, esta vez por civil el 19/02/10. ¿Que tal? esto muestra como Luci y yo recobramos la esperanza”.Frases como “mi vida antes del trasplante casi no tenía sentido” y “el trasplante me devolvió la vida” suenan con fuerza durante toda la entrevista del otro lado del chat.
La historia de Claudio Flatt es una mas de las miles que hoy en día esperan órganos en las listas de espera en la Argentina. Según estadísticas del Incucai, en el país hay más de 5.800 pacientes en espera de uno o más órganos o tejidos. No tienen los números a su favor: en el año que pasó se registraron apenas 431 donantes reales y 1.007 trasplantes efectivos. La historia de Claudio puede servir para mejorar las chances de los que aún pueden recuperar la plenitud de su vida. Donar, de eso se trata.
Rendirse… jamás
Existe algo muy fuerte que identifica a las personas que recibieron un trasplante de órganos. Por un lado, un profundo agradecimiento a la vida por una nueva oportunidad; y por el otro, unas ganas inusitadas de disfrutar cada día como si fuera el último. A Claudio la vida lo puso a prueba, pero el salió airoso y ahora podrá vivir una vida como cualquier mortal: con alegrías, con tristezas, con triunfos y con algunos sinsabores.
“En el mes de septiembre me sacaron un cáncer, pero ya no tengo miedo, porque lo único que depende de nosotros es como enfrentamos la vida con Luci y la dignidad que le asignamos. Hoy yo digo que tengo mi familia en la Pampa. Más, aquí tengo una familia que fundar y una vida para vivir con valor y buen humor. Lo que siempre me ha sostenido y me sostiene es el creer en la infinita misericordia de Dios y eso hace que vea a los demás con ojos mas limpios, al menos lo intento”.
Se llama Claudio Flatt, un gladiador que no se rinde y que tiene mucho por luchar, y por dar.
-¿Un hijo?, se le inquiere: “¡Que uno!, ¡por lo menos tres!, ¡es lo que anhelamos con Luci!”, grita por el Messenger. “¡Y es por eso que le pido a Dios que me extienda un cheque a largo plazo!”.